La mayoría de las personas hemos deseado en algún momento de nuestras vidas tener una mascota, las más comunes son los perros y gatos; sin embargo, también sobresalen algunos gustos extravagantes demostrando que cuando deseamos compartir nuestra vida con alguien, en gustos se rompen géneros.
Para nosotros es tan cotidiano utilizar la palabra mascota que en realidad no somos conscientes de que ésta se empezó a nombrar apenas en los años 70´s.
Antes de este tiempo se utilizaba la palabra masca para referirse a una bruja o a la hechicería en tierras germanas. Posteriormente ésta fue adoptada por los romanos empleándola en el latín con el mismo significado. Cuando esta palabra llegó al francés se usó como mascot que quiere decir bruja y su diminutivo mascotte (brujita).
Con el paso del tiempo esta palabra se le otorgaba a toda persona u objeto que fuera considerado de buena suerte. Cuando el tema de la buena suerte era una mujer, se pensaba que perdería su valor al perder su virginidad.
Para el año 1871, Henri Chivot y Alfred Duru publicaron La Mascotte, un cuento que narraba la historia de una campesina llamada Bettina que tenía la virtud de poseer buena suerte y son sus acompañantes quienes viven preocupados haciendo todo lo posible porque la joven mantenga su virginidad para conservar la buena fortuna.
Nueve años después, este cuento se convirtió en una opereta cuyo auge se extendió hasta España y otras ciudades del mundo, traduciendo la obra al inglés en Nueva York. Como consecuencia de esto, la palabra mascota fue adoptada en el castellano conservando el mismo significado en la primera edición del Diccionario de la Real Lengua Española como persona, animal o cosa que sirve de talismán, que trae buena suerte; sin embargo, ésta se empleaba principalmente a los animales y muy pronto, mascota, se asoció a los animales de compañía.
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