Si viajas en metro y pasas por el metro Apatlaco, debes tener mucho cuidado; podrías encontrarte con las mujeres protagonistas de esta leyenda…

Este mito narra la historia de un joven que viajaba por la línea 8 del metro; era una noche común y corriente, el personaje antes mencionado abordó el tren, poca era la gente que aún se transportaba.

Faltaban varias estaciones para que bajara, por lo que decidió sentarse a leer un libro. Al llegar a la estación Apatlaco 3 bellas mujeres rubias y esbeltas  subieron al vagón, llevaban un niño de aproximadamente 3 años; dos de ellas con el niño se sentaron en los asientos de lado izquierdo del joven y la otra se sentó frente a él.

Mientras el viaje continuaba una de ellas se dirigió al joven preguntándole si el libro que leía era bueno, a lo que él respondió que si; la guapa mujer con mucha soltura le recomendó un título y lo invitó a que fueran a su casa para que se lo prestara pero el chico se negó.

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En la estación Escuadrón 201, 3 hombres y una mujer abordaron el tren, durante el viaje la chica rubia  le insistía al lector para que fueran a su casa por el libro y los nuevos viajantes solo los veían y cuchicheaban entre ellos.

Llegando a la estación Iztapalapa las tres mujeres con el niño se pusieron de pie para salir del vagón, no sin antes mencionarle al joven que se verían nuevamente.

Apenas cerraron las puertas del tren, los jóvenes que subieron en Escuadrón 201 se acercaron al chico que iba leyendo para preguntarle por qué había estado hablando con las tres mujeres tan feas, y pero aún con la señora gorda que iba cargando al perro sucio; al escuchar eso el viajante se desconcertó, ya que el las había visto muy guapas. Una noble anciana que viajaba a unos metros de ellos los escuchó y se acercó solo para decirles que se trataban de brujas, las cuales querían llevarse al muchacho al Cerro de la Estrella para llevar a cabo sus rituales y después desaparecerlo definitivamente.

Finalizando la historia llegaron a la siguiente estación, en donde la señora de la tercera edad bajó mientras los demás continuaron con su trayecto, helados, sin habla y asustados por la experiencia que habían tenido.

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