Pocas son las personas que conocen la leyenda de Artabán, el cuarto Rey Mago, un hombre que a pesar de no llegar a su destino junto con Melchor, Gaspar y Baltazar, fue recompensado más adelante por su noble labor.

Artabán, como dicen se llamaba el cuarto Rey Mago, era un hombre de barbas largas y ojos nobles el cual se dice, residía por aquellos años en el monte Ushita.

Un día, un par de personas mensajeros de Melchor, Gaspar y Baltazar lo visitan para informarle del avistamiento de la estrella de Belén, la cual anunciaba el nacimiento del nuevo mesías. El aviso era que se verían en la ciudad de Borsippa para llevar regalos al pequeño Jesús.

Artabán, quien se encontraba muy feliz con la noticia, elige cuidadosamente los regalos que llevará: un diamante de Méroe el cual repele los golpes del hierro y neutraliza los venenos; un jaspe de Chipre que estimula el don de la oratoria y un rubí de las Sirtes el cual gracias a su desvanece las tinieblas del espíritu.

Cuando Artabán se encontraba de camino a Borsippa, se topó con un hombre que se encontraba agonizando; unos ladrones lo habían despojado de sus pertenencias y lo habían golpeado fuertemente. El noble corazón del hombre de barbas, hizo que este se detuviera para curar las heridas del afectado al cual terminó por regalarle el diamante de Méroe.

Al llegar Artabán al punto de encuentro en donde se reuniría con los otros tres Reyes Magos, recibió una nota la cual indicaba que debido a la tardanza no podían esperarlo más, sin embargo, podía continuar por el desierto siguiendo la estrella para llegar a Belén con el mesías.

El hombre se dispuso a continuar y montó su caballo, el cual tras varias horas de caminar muere, por lo cual, Artabán debe seguir a pie para cumplir con su misión.

Largo fue el camino para llegar a Belén, pero la mala suerte lo perseguía, pues una vez más y debido a la tardanza, ni los tres Reyes Magos ni Jesús se localizaban ya en el lugar acordado, y es que María y José se encontraban huyendo de la masacre que había iniciado Herodes en donde ordenó matar a todos los niños menores de dos años.

En su labor de seguir su camino para encontrar al nuevo rey, Artabán ve cómo un soldado está a punto de matar a un niño, por lo cual, a cambio de salvar su vida, ofrece el rubí, sin embargo, en ese momento el jefe del soldado se percata del soborno y decide encarcelarlo.

Tras 30 años de permanecer en prisión, el ahora ya hombre mayor quien está cerca de la muerte y ciego camina por la calles; la gente se encontraba a punto de crucificar a Jesús, pues muchos pensaban era un falso profeta el cual se decía hijo de Dios.

El sollozo de una joven que estaba a punto de ser vendida hizo que Artabán ofreciera a cambio de la libertad de la mujer la única joya que le quedaba. El agradecimiento de aquella joven era enorme y con lágrimas en los ojos agradeció el noble gesto.

Minutos más tarde un fuerte temblor se siente en el lugar, el suelo se abre y el cuarto rey mago cae a una de las grietas, en donde antes de morir logra recuperar la vista para visulmbrar al salvador, quien le agradece todo lo que ha hecho por el:

“Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, enfermo estuve y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste.”

Artabán asombrado y con el poco aliento que le quedaba pregunta: ¿Cuándo hice yo esas cosas? a lo que Jesús respondió: “Cuanto hiciste por mis hermanos, los has hecho por mi”

El cuarto rey mago murió en ese momento, después de que el hijo de Dios le agradeciera y le dijera que debido a todo lo que había hecho se había ganado el reino de los cielos.

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